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Desde la antigüedad la gastronomía de los Romanos, especialmente durante El Gran Imperio Romano, se caracterizaba por sus costumbres extravagantes alimentarias. Pero nunca faltaba el pan en sus banquetes.
Vamos a la mesa con los antiguos romanos y descubramos la focaccia
Vamos a la mesa con los antiguos romanos y descubramos la focaccia

Durante el período del Imperio Romano se acostumbraba consumir tres pastos al día, que por cierto dos de ellos eran muy frugales: el desayuno consistía en una rebanada de pan con ajo, acompañada con una copa de vino; en el almuerzo comían los restos de la cena del día anterior, pero la cena era variada y opulenta.

Acostumbraban consumir grandes cantidades de verduras que hacía que los romanos fueran conocidos como “grandes comedores de hierbas”. Eran fanáticos de los hongos y de las trufas. Aunque el consumo de hongos muchas veces representaba riesgos muy grandes, porque al no diferenciar los venenosos, corrían el riesgo de morir. 

Pero el alimento esencial de los romanos, siempre ha sido el pan, siendo una fuente nutritiva rica en almidones y proteínas. Un día por casualidad un trozo de masa de pan fue olvidada al aire libre durante varios días y para sorpresa del panadero vio que había fermentado. Con los romanos el pan adquirió una connotación social, no podía faltar en ningún pasto, y surgieron las primeras corporaciones de panaderos.

De ese momento en adelante, se había descubierto la levadura madre, y en todas las casas no faltaba una mezcla de harina y agua, que se dejaba durante algunos días al aire para que fermentara, y luego preparar el exquisito pan.

Para acompañar los platillos de cacería, los panaderos preparaban la masa de pan, pero la aplanaban con las manos y la cocinaban sobre las brasas para llevarlas calientes a los comensales, dando origen a la famosa focaccia.