
A medida que la guerra avanzaba, la escasez de alimentos se intensificaba, y la gente se veía obligada a adaptarse a la nueva situación y al mismo tiempo a comidas frugales en sus casas.
Se había establecido el racionamiento de alimentos y se incentivaba el cultivo de verduras, tubérculos y frutas de acuerdo a la estación. En el campo las mujeres y los ancianos se dedicaron a cultivar, pero en las ciudades era casi imposible y más bien se desplazaban hacia los pueblitos cercanos buscando alimentos.
El trigo escaseaba y, por lo tanto, el pan que representaba el sustento fundamental de una familia; en las zonas bombardeadas era prácticamente imposible pensar en sembrar el trigo. Más bien, si se había podido cosechar papas, las mujeres se las ingeniaban en hacer pan con la harina de papas.
Las mujeres se dedicaron a crear nuevas recetas con los pocos ingredientes que obtenían de sus cultivos, porque ya la carne no circulaba y no quedaban gallinas, cerdos y la cacería era prohibida. Aunque algunos se la ingeniaban poniendo trampas para atrapar los pocos conejos salvajes que aún vivían en los bosques, y en el norte de Italia se dedicaban a pescar ranas, que para muchos hoy en día es una exquisitez.
De esa manera surgieron varias recetas; en el norte, donde cultivaban principalmente maíz, preparaban polenta acompañada con ranas asadas, si el patrón de las haciendas les dejaba algunas.
Durante esos años nació esta exquisita sopa “minestra de legumbres”. Que hoy en día es uno de los platillos amado por los gourmets. Es una súper sopa sin carne, donde abundan las zanahorias, las papas, los tomates, las cebollas y el apio España, que nos lleva a descubrir un trozo de nuestra historia.